
Ayer, en nuestra biblioteca, mantuvimos el anunciado encuentro poético con Pedro Rodríguez Pacheco. Estamos especialmente contentos por la acogida que tuvo este acto entre nuestros ciudadanos y ciudadanas. Pedro nos acercó a todos a una Sanlúcar de antes, evocó imágenes perfectas de tiempos pasados, habló de sus profundas vivencias en este, su pueblo, al que dijo "le debo mucho a Sanlúcar porque me dió el ser, la inspiración, la luz.." Todos los poemas que leyó tenían que ver con nuestro pueblo. Son muchos y muy hermosos los poemas que Pedro ha dedicado a Sanlúcar,pero, entre todos, nos quedamos con uno, perfecto y precioso, ahora que se va acercando el Día de la Madre que se llama precisamente así.
EL DÍA DE LA MADRE
Me amaba con delirio;decía:
aunque me mates, te seguiré queriendo, eres mi vida,
se dolía mi madre-ya muy mayor-
cuando estorbaba alguna de sus tercas manías
y se obstinaba y regresaba al predio de viuda
impotente,
al refugio imposible del marido difunto
al que sólo le dijo, en público, una vez: amor mío,
y fue ya estando muerto.
Ha muerto hace unos meses...
Alguna vez,
en su reiteración de novenas, rosarios,
promesas y plegarias,
me irritaba: mamá,
déjate ya de rezos que nada nos resuelven,
pero con fe total, hacía oídos sordos
a mis profanaciones
y sus tercas plegarias-siempre desatendidas-
seguían elevándose al Altísimo.
Ha muerto hace unos meses, prudente, humilde,
lo mismo que una santa;
si existe Dios, habrá ante él llegado
con los zapatos puestos, sin otros requilorios...
Y yo, que no resisto la idea de su nada,
la invoco, le suplico algún signo de vida,
de esa vida celeste tan a pulso ganada.
Ella tampoco atiende mis plegarias;
acaso no me amaba tanto como decía
o no llevó una vida tan santa como
para ganar la gloria o, es verdad, Dios no existe
y ha entrado en su Absoluto de impasible silencio
o, tristemente, desesperadamente, definitivamente
esté muerta y sea nada, nada más que la nada...
El caso es que no sé si es verdad que mi madre
se ha muerto
o es ella la que aún no lo sabe y sigue en su barco
varado
esperando alcanzar la isla de Dios.
Pedro Rodríguez Pacheco.
Hermoso poema, gracias Pedro por compartir tus versos, tu palabra.