No
eran más que ocho amigos, a los que terminaron por unírseles otros
tres, los que el 3 de agosto de 1713 decidieron que no tenía sentido
esperar más, que había que ponerse a redactar ya un diccionario de
la lengua española. Lo habían discutido una y otra vez en sus
tertulias, que tenían el mismo afán que tienen todas las que se
convocan desde que el mundo existe. Es decir, arreglarlo. O más
exactamente, hablar de arreglar el mundo. Pero esta vez se pusieron a
la labor y, 26 años después, seis consistentes volúmenes con más
de 4.000 páginas en cuarto mayor daban cuenta del prodigio: ya
existía un mapa de las palabras del español (para que nadie se
perdiera). Había nacido el Diccionario
de autoridades y
aquel día en que esos 11 entusiastas pusieron en marcha el proyecto
con un acta pragmática, una suerte de hoja de ruta para cumplir sus
objetivos, se convirtió en el día de la fundación de la Real
Academia Española. Han pasado 300 años, y ahí sigue la
institución, llena de energía y volcada en la 23ª edición de su
diccionario, su verdadera alma
mater, que
aparecerá en 2014.
Conviene
acordarse del principio. Los 11 caballeros que se disponían en 1713
a construir un diccionario del español no eran lexicógrafos, ni
siquiera contaban con un archivo de términos lo suficientemente
amplio que garantizara el éxito de la empresa. Pero estaban
convencidos de que este país necesitaba ese instrumento, que velar
por la lengua y cuidarla era una manera de reforzar el tronco que
mantiene firme a una sociedad. Dialogar, discutir, polemizar,
argumentar, construir: sin conocer las palabras no se va a ninguna
parte y no hay razón que valga.
Lázaro
Carreter, que dirigió la RAE, subrayó que la Academia Francesa
tardó 65 años en completar una tarea menor que la que alcanzaron
los españoles en 26. El marqués de Villena, uno de los hombres más
instruidos de España, fue uno de los impulsores de un reto en el que
cuatro gatos se lanzaban al abismo.
El
mismo año en que se puso en marcha el diccionario fue el del Tratado
de Utrecht, que puso fin a la Guerra de Sucesión. La obra nació en
tiempos agitados, pero no quería saber de los desgarros que ocasiona
una guerra. Su vocación fue propiciar el entendimiento. Es lo que
hace la RAE hoy, creando puentes entre España y las Américas que
fueron españolas.
¡Feliz cumpleaños!