lunes, 23 de marzo de 2009

De las novelas que no pasan nunca


Su protagonista, el inspector Kurt Wallander es uno de aquellos personajes que, desde una primera lectura, genera un buen número de seguidores acérrimos. Poco diestro en las relaciones personales, tiene sus más y sus menos tanto con su padre como con su hija, oye música clásica, bebe mucho café y se alimenta peor de lo que debiera. Con todo y con eso, acostumbra a se ser adictivo y leer un Walander suele conllevar la lectura de la serie entera.

En esta sexta entrega de sus aventuras la acción comienza ( como suele ser habitual en la saga) en una geografía alejada de la aparentemente apacible y civilizada Suecia. Unas muertes en Argel conectan con una serie de asesinatos inexplicables en Ystad. Un macabro efecto mariposa aletea entre el fanatismo, el odio y la venganza.

Sin escatimar en imágenes violentas y en peajes emocionales el caso de despliega ante el lector con una crudeza no exenta de compasión que ejemplifica magistralmente el espacio incuestionable de la novela negra en la representación de las sociedades y comportamientos humanos. Si alguien quiere conocer una parte de la auténtica Suecia, que lea a Mankell. Y esta es una de las mejores oportunidades.